22 de mayo
Dejé mi celular conectado a la corriente eléctrica toda la noche. Lo vi cuando estiré mi mano para apagar esa alarma que me despierta a diario. Me espanté al pensar haberlo matado, pues lo condené a la silla eléctrica sin haber cometido ningún pecado, o al menos ninguno que yo sepa. Lo manipulé aterrado a que no funcionara bien, toqué la pantalla y esperé su reacción. Imaginé mi día sin mi celular, me aterré que al descomponerse no iba lograr obtener un repuesto inmediato. Perdería muchas cosas, para empezar no me daría las noticias mientas me visto y tampoco las escucharía mientras corro. Me perdería mi video diario de entrenamiento a los que me he sometido en este confinamiento y luego estaría incomunicado del mundo exterior todo el día, y este encierro sería aun mas difícil. Me aterré.
Para mi suerte mi celular reaccionaba bien ante mi dedo que lo recorría de un lado a otro, la pantalla me mostró todas las aplicaciones que tanto uso y que de no tenerlo, echaría mucho de menos. Revisé mis correos y mensajes y al no ver nada relevante me levanté a iniciar otro día en casa.