Dejé mi celular conectado a la corriente eléctrica toda la noche. Lo vi cuando estiré mi mano para apagar esa alarma que me despierta a diario. Me espanté al pensar haberlo matado, pues lo condené a la silla eléctrica sin haber cometido ningún pecado, o al menos ninguno que yo sepa. Lo manipulé aterrado a que no funcionara bien, toqué la pantalla y esperé su reacción. Imaginé mi día sin mi celular, me aterré que al descomponerse no iba lograr obtener un repuesto inmediato. Perdería muchas cosas, para empezar no me daría las noticias mientas me visto y tampoco las escucharía mientras corro. Me perdería mi video diario de entrenamiento a los que me he sometido en este confinamiento y luego estaría incomunicado del mundo exterior todo el día, y este encierro sería aun mas difícil. Me aterré.
Para mi suerte mi celular reaccionaba bien ante mi dedo que lo recorría de un lado a otro, la pantalla me mostró todas las aplicaciones que tanto uso y que de no tenerlo, echaría mucho de menos. Revisé mis correos y mensajes y al no ver nada relevante me levanté a iniciar otro día en casa.
25 de mayo
Superé el incidente de mi celular, el post trauma de este tipo de eventos provoca pensar en supuestos escenarios si es que no hubiera respondido. Más tarde, cuando abrí la aplicación que me da clases de piano, agradecí tener acceso y esa angustia se disipó al son de “La Bamba” que aunque mal tocada, se alcanza a distinguir la tonadita. No pude practicar mucho tiempo, la noticia del fallecimiento del papá de un buen amigo a causa de Covid me robó esa paz que necesito para poder coordinar mis dedos inexpertos. Pienso en ello y me acuerdo de mis padres, están bien por ahora, pero ¿que podría pasar? ¿Cómo afrontar una pérdida solo? sin el calor y ánimo de la gente ahí. Mal momento para sufrir.
26 de mayo
Sigo muchos noticieros en las redes sociales, de hecho, en estos días he visto más noticias que en toda mi vida. Procurándome algo de paz mental, no solía escucharlos o verlos, mucho menos de noche. Dormir tranquilo es una necesidad. Leo a reporteros reconocidos e intentos de notas de todos los demás, gente común y corriente que se ha dado a la tarea de abusar de los gerundios para narrar al mundo qué observa, qué descubre y qué hace en esos momentos. Palabras como “Aquí, compartiendo” o “desde mi recamara viendo cómo…” “Analizando una gráfica de…” Otro tipo de manifestación de soledad.
27 de mayo
Hoy me levanté más temprano de lo habitual, mi alarma aun no sonaba, pero se dejaba ver una ráfaga de luz en los pliegues de las cortinas. Estaba muy cansado, no toleré estar más tiempo entre las sábanas y me levanté. Debía despertar a mi hijo para sus clases a distancia, pero tenía aún suficiente tiempo, más de media hora. Prendí mi computadora, revisé si había algún mensaje en mi correo o en las redes pero nada, incluso la calle estaba silenciosa, no emitía sonido alguno. Parecía que todo tardaba en despertar, que todos dormía menos yo. Por un instante sentí que aún soñaba, dudé si todo aquello era producto de mi imaginación hasta que regresé a mi recámara para asegurarme que no seguía acostado en mi cama, metido entre esas sábanas intolerables.
28 de mayo
Todas las reuniones por videoconferencia son agotadoras. Terminé la tercera de la mañana y decidí desconectarme. Saqué mi sillón a la terraza para disfrutar del exterior. Me serví una copa de vino y puse una botana en el plato. Cerré mi computadora. Pensé en apagar mi celular, pero no me atreví a llegar a tanto. Lo puse boca abajo, para no ver la pantalla, eso me ayuda a no estar pendiente de él. Intenté poner mi mente en blanco por unos momentos y frenar este torrente de ideas, dudas e incertidumbres por las que todos estamos pasando. Hasta cuando…
29 de mayo
Hoy me di cuenta de que me he terminado dos tubos de pasta dental. Me llegó como un golpe: darme cuenta que ya han pasado tantos días donde sólo he usado dentrífico en mi casa y no en el gimnasio o en mi oficina. Intenté olvidarlo y pensar positivo. Hasta ahora estoy bien. la cantidad de tubos de pasta de dientes no es relevante ni una medida de tiempo. Pero toda esa energía se disipó cuando al bañarme, descrubrí la botella del jabón liquido casi vacía. Demasiados días en el mismo lugar.
31 de mayo
Hoy es como 31 de diciembre. Se percibe como una frontera a un nuevo mundo la salida a la nueva normalidad que, al igual que el 1 de enero, es lo mismo al día que le antecede. Seremos mañana los mismos que hoy lo somos, nada cambia tan rápido. Hoy domingo regresa esa sensación del termino de fin de semana, siendo que este duro mucho más. Entré a mi closet para ver el estado de mis zapatos, ¿se acordarán de mí? habrá cedido terreno el cuero que los compone para lastimarme, es algo que hasta mañana que salga de mi casa lo sabré, por el momento quiero disfrutar unas horas más de la antigua realidad.
1 de junio
Me levanté por fin a la nueva realidad, intenté hacer mi rutina como si nada pasara, bajé a hacer ejercicio, desayuné. Pero a diferencia de sacar mi sillón a mi terraza, me disfracé con un tapabocas inmenso y negro, unos guates de látex muy incomodos. Salía por fin de mi casa para ir a mi oficina, o lo que recordaba de ella. Noté las calles más transitadas de lo que esperaba, pero aun si nada comparado con antes. Mi oficina estaba muy oscura, olía el abandono. Prendí mi computadora que supuse estaba celosa ya que tardó en prender, hasta el tercer intento reaccionó. Acomodé mis cosas, limpié un poco de polvo y finalicé abriendo las cortinas para disfrutar de la vista de una calle que un día estaba llena de coches, y ahora solo una familia paseando a sus perros. Me sentí bien, aunque temeroso.
4 de junio
Hoy fue un día diferente, no sé si la sensación o el ansia de salir me hacen cambiar de parecer respecto a qué tan cómodo es trabajar desde casa. Lo mejor es quedarme, así lo entiendo, pero saber que se han reactivado una buena parte de las actividades cotidianas, sin mi allá afuera me hace dudar de algo que antes me era completamente seguro. Es grande la necesidad de salir y convivir con los amigos y compañeros de trabajo, pero el simple hecho de no poder hacerlo nos hace desearlo más. Pasar por un café de camino al trabajo y comentar trivialidades al barista, encontrarme algún conocido en el elevador, saludar con un ademán y después mirar al piso. Todo esos pequeños movimientos que hoy se perciben inmensos.
5 de mayo
Acabé de comer y en esta ocasión, en lugar de practicar piano prendí la televisión. Pasaban una película que había visto hace años y me había causado un gran impacto: “El sexto sentido”. Así como sucede entre los personajes de la película, los vivos y los muertos, me pensé de pronto que también sucede en estos momentos, pasan cosas que no queremos ver.
¿Sabremos cuál es la realidad que vivimos? ¿Cuál es la realidad de verdad? Me inquieta aun más que cuando la vi por primera vez, no obstante que ya me sabía el final. Vaya momento para ¿disfrutarla? otra vez.