Mañana fría en la Ciudad de México. Nublado y lluvioso. Urbe Gris, Cielo oscuro. Todo de concreto a mi alrededor rimando a la perfección con el cielo. Combinación perfecta, un look escogido por la naturaleza y combinado por el hombre. Triste y cabizbajo salí muy temprano, normalmente así amanezco y en un buen día se me desvanece. Al parecer la agonía de terminar el día será larga. No soy pesimista ni una persona triste, sola me deprimen los días grises y fríos. Quedarme en mi cama no es opción, mi trabajo demanda mi presencia.
Caminé unas cuadras, aún es muy temprano, aún hay posibilidad que mi buen amigo el sol rompa y me adorne esa combinación de escala de grises con un amarillo ocre que cambie mi estado de ánimo. ¡Me urge¡ mi día es complicado y requiero de buen humor para sobrepasarlo. Unas cuadras más adelante, café en mano, logre ver una pequeña ráfaga de sol a lo lejos. Llegaba directo a un frondoso árbol que yacía en medio de un gran camellón. Como figura bíblica, a lo lejos apreciaba un árbol cubierto de llamas rojas y amarillas. Bañado de sol y bendito por él, este árbol toco mi alma con un suspiro de optimismo, diciéndome que ese día todo saldría bien.
Camine más a prisa, mis pasos sosos y postura encobrada se habían convertido en marcha constante y mi espalda un ejemplo de firmeza y rectitud. Como la mejor medicina, esos rayos de sol lograron subir mi frente, que de apuntar al piso ya veía al horizonte. Pequeños detalles logran los grandes cambios.
Llegue a mi trabajo antes de lo previsto. Respirando rápido y profundo me percaté que un cansancio se apoderaba de mis piernas, ¿habré corrido hasta llegar? No lo sé, no recuerdo muchas partes del camino. ¡Llegue mucho antes! ¿Qué más rompiste sol?
Al atardecer y puesta del sol, sentí melancolía. El dolor de una despedida. Se marchaba alguien que había hecho algo en mí. Ese pequeño momento, esa pequeña mirada o ese suspiro matutino que se alejaban poco a poco en el horizonte. A medida que el sol se ponía y la obscuridad se adueñaba del ambiente mis pulmones se contraían permitiendo cada vez menos oxígeno en ellos. Sentí miedo, tristeza y sobre todo soledad.
Te necesito sol. ¡No me abandones!
Deseo que todos los días ilumines mi vista y mi vida con tus sabios colores. Contrasta todo lo demás, hazlo verse chico. No dejes que el gris nos cubra… Rompe ¡Sí! Rompe todo lo que nos cause tristeza y soledad llenando nuestra alma de tu calor matutino y por que no, date un poco a desear por las noches siempre con la promesa que regresaras tan pronto como puedas, como tu camino te lo permita, que te estaré esperando como un adicto al sentimiento de tenerte, sentirte y sobre todo saberte que estarás ahí cuando salga de mi casa a enfrentar la vida. Contágiame con tu energía, no te costaré trabajo… !con un mini rayo me es más que suficiente¡