Sé que muchos escritores han llevado al cine este concepto: Poder ser Tú, estando en otras personas. «Like Father, Like Son», «18 Again», «17 Again» y todos los «Again» que podamos imaginar en todas las circunstancias y todas las edades. Aunque lo repitan mil y un veces, este concepto a mí no deja de fascinarme.
Ayer estuve en el salón de clases de mi muchachito. Son muy bonitos, con sus dibujos en las paredes, su casillero enmarcado con un letrero que además de tener su nombre, está su foto, orgulloso y sonriente resaltando ese sentimiento de pertenencia que desde muy chicos tienen con un «Es Mío» por delante.
Todos Fuimos niños y pasamos por ese mismo salón de tercer año de primaria, ahora lo veo como un pasado muy lejano, generando no más que algunas imágenes de recuerdos, no muy claras si era tercero de primaria o cualquier otro año.
Al estar ahí treinta y tantos años más tarde y en otra circunstancia, imaginé si por al menos un día podría regresar. No como yo mismo, más bien viendo por medio de los ojos de mi hijo, siendo él.
Sería lo máximo entender que ve y siente cuando está ahí, sin mí y sin mi protección. Divertirme o sufrir lo que vive en la escuela, en su salón de clases o en el patio. Poder saber cómo es con sus amigos, de qué habla y cómo lo hace. Sentirme niño otra vez por unas horas o minutos. Tener esa libertad que te regala la vida los primeros años, la que más tarde te la arrebata con las responsabilidades y compromisos, dejándola como algo que ahí estuvo y no duró nada.
Ser él aunque sea por una mañana, para amarlo más, para entenderlo mejor.